sábado, 10 de octubre de 2009

¿Quién gana con la inflación?

La inflación monetaria no es sólo un mal de la sociedad capitalista: existió en varios países y ciudades de la antigüedad clásica. Dionisio de Siracusa (432-362 a J.C.) redujo a la mitad de su valor intrínseco el dracma (moneda siracusiana): recogió las monedas en circulación y de cada una hizo acuñar dos, reduciendo su peso a la mitad; pero conservando su antiguo valor nominal. Así, con el 50% de las monedas de nueva acuñación, pagó las deudas de su Estado; pero quedándose gratis para sí con el otro 50%.

En 1943, Roosevelt – presidente de los EEUU – devaluó el dólar para depreciar hipotecas, deudas de toda clase, sueldos de empleados, etc. Si la devaluación de Roosevelt se hubiera destinado a pagar deudas del Estado norteamericano, no se hubieran diferenciado mucho de la devaluación de Dionisio.

En 1962, el ministro de economía de la Argentina emitió un empréstito forzoso (no descontable por el Banco Central , no negociable por ningún banco privado) a 25 años de plazo y 7% de interés (cuando el interés estaba, respectivamente, entre 25% y 50% en los bancos y financieras privadas). Ello significaba que como el Estado argentino debía a sus funcionarios unos 30.000 millones (240 millones de dólares), les pagaba con bonos de un empréstito forzoso; o sea, que les rebajaba los sueldos.

Así cumplía con ellos jurídicamente, en cuanto al pago de la deuda, pero los estafaba económicamente: los bonos no eran dinero ni cheque ni pagaré; pues no permitían – tales bonos – retirar del consumo en mercancía y servicios los valores monetarios nominales que representaban monetariamente.

El dinero – como todas las cosas – está en el devenir. Cuando el Mundo Antiguo se extinguió en el feudalismo, dejó de regir ampliamente la mercancía y los intercambios internacionales, por la sencilla razón de que el feudalismo estaba fundado en la autosuficiencia de la economía agropecuaria y corporativa cuyos límites no rebasaban la comarca o región. En la Edad Media, con el gobierno descentralizado (principados, ducados y condados), el dinero perdió su significación, hasta que se desarrolló la economía urbana.

La separación de la ciudad y del campo en la Edad Media, luego del siglo IX, creó económicamente la necesidad del dinero.

Las ciudades italianas vínculo comercial entre Oriente y Occidente (como lo fuera Lidia) y las ciudades de la Liga de la Hansa, en el Oeste y Norte de Europa, desarrollaron la economía mercantil, de la cual emergió el capitalismo como fruto maduro.

Las revoluciones en Holanda, Inglaterra y Francia, desde la Reforma hasta la Gran Revolución de 1789-93, marcan el ascenso al Poder de la burguesía, la economía en dinero no basada en la gran propiedad feudal sino en el comercio y la industria.

La pólvora (industria química) y las armas de fuego (industria metalúrgica), poder económico y nuevo ejército, estaban en poder de la burguesía. En consecuencia, la victoria militar de los burgueses sobre los señores feudales estaba ya escrita en el curso de la historia, como un acontecimiento político, económico y social inevitable. Pero en contra de lo que se plantea la historia, las clases dominantes creen que pueden eternizar sus privilegios, apoyándose en las cárceles, los institutos armados y la policía; pero las revoluciones sociales destruyen, en unos días, lo que las clases dominantes edificaron en siglos, para perpetuar su dominación.

Cuando un régimen económico agota su existencia histórica, todas las cosas que lo integran se transforman en sus contrarias: el dinero, medida de valor, se convierte en desintegrador de todos los valores económicos. En este sentido, la inflación, la devaluación, la deflación, son políticas, en que el dinero (el interés particular de las clases dominantes) por más que se lo quiera presentar como justo equivalente del valor general sólo lo es del interés particular de las clases dirigentes.

La devaluación de Dionisio de Siracusa 405-367 a J.C. no fue distinta de las devaluaciones en cadena que se han hecho después de las dos últimas guerras mundiales, como políticas monetarias burguesas para mover los precios a voluntad y en defensa de sus intereses, de las políticas financieras del Estado burgués. En este orden de ideas, en cuanto a políticas monetarias se ha usado y abusado de los principios monetarios siguientes:

- cuando la cantidad de dinero aumenta, los precios suben e inversamente;
- cuando la cantidad de moneda aumenta, su valor disminuye e inversamente.
- Cuando la cantidad de moneda varía, los precios varían en el mismo sentido: su valor varía en sentido inverso.

Estas proposiciones de la teoría cuantitativa del dinero son válidas, si la cantidad de mercancías (de bienes y servicios) permanece constante. En este sentido, la teoría cuantitativa del dinero es una forma mistificada de la ley de la oferta y la demanda. Ambas expresiones económicas son manifestaciones de la economía mercantil para manipular el intercambio de bienes y servicios privados, obteniendo ganancias por procedimientos monetarios trucados, especialmente por medio del imperialismo económico que somete a los países dependientes financieramente.

Todo esto crea alienación económica, en virtud de la cual los países semi-coloniales, explotados y oprimidos por el imperialismo económico o el hegemonismo soviético, pierden su autodeterminación diplomática, su independencia económica y su soberanía nacional, bajo el “slogan” de pertenecer al “mundo libre”…..o encadenado a los “trusts” del capital financiero internacional, o a la comunidad de “paises socialistas”, satelizados por la URSS.

El dinero es un categoría alienante en el mecanismo del capitalismo donde la alienación de los seres por las cosas (mercancías) constituye su irracionalidad. Así, bajo el imperialismo, la monoproducción (café, cobre, carne, estaño, etc) aliena a los países subdesarrollados. El imperialismo concentra el capital mundial en los países industrializados , porque al ser gran inversor de capitales en el exterior, gran importador y exportador de bienes y servicios dicta las reglas del juego de la economía mundial en perjuicio de los países monoproductores y monoexportadores.

En este sentido, debido al imperialismo monetario del dólar en el F.M.I., y al hegemonismo del rublo en el COMECON, ambas monedas imperiales pueden comprar barato y vender caro en sus respectivas zonas de influencia, estableciendo una injusta relación de intercambio con sus imperios neo-coloniales. Y como los países dependientes económicamente lo que pierden, por un lado, con un injusto comercio desigual, se les presta por el otro, para equilibrar su déficit de pagos exteriores, llega un momento en que la deuda externa de estos países absorbe una buena parte de las divisas obtenidas por exportaciones, dejando apenas unas pocas para ir tirando… de una situación financiera mala a otra peor, como ha sucedido en América Latina (zona del dólar) y en el COMECON (zona del rublo). En suma, que el dólar y el rublo dictan las reglas del comercio exterior, de la circulación de los capitales, de las inversiones y de los precios de importación y exportación para obtener injustos beneficios.

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