jueves, 29 de octubre de 2009

Capitalismo, dinero y socialismo

Bajo la economía burguesa o de Estado, la dictadura de las potencias del dinero domina la economía social de los pueblos. Dentro del capitalismo de monopolio o de Estado, el dinero no está al servicio de la economía nacional, sino la economía al servicio del dinero: (usureros, burócratas, prestamistas o parásitos de todas clases). En estas condiciones contradictorias, si los improductivos disponen de las 2/4 partes del dinero en circulación, se crea una economía con fuerte entropía o parasitismo, que no permite la reproducción del capital social.

Suele suceder, en el capitalismo de monopolio, que tres o cuatro empresas controlen la producción de materias primas y de artículos esenciales en cada rama de industria. Así, para que suban los precios, se reduce la producción 10%, 20%, 30%... a fin de mantener la demanda insatisfecha para obtener más y más ganancias, produciendo menos de lo posible. Al reducir la cantidad de bienes, quedando constante la cantidad de dinero, se produce inflación monetaria derivada de la subproducción: cosa que suelen hacer, actualmente, los “grandes” del acero, de las materias primas, de los automotores, de la industria química, etc. Bajo la economía de monopolio, el dinero actúa en beneficio de las grandes empresas; pero perjudicando a los trabajadores y a los consumidores. A menudo, suben los precios, no porque se emita moneda insolvente, sino porque los “trusts” reducen la producción de mercancías para salir de la crisis económica; pero a costa de dejar sin trabajo a millones de obreros, de encarecer indebidamente la vida para los consumidores, de prefabricar escasez, optando por producir más maquinaria de guerra que fuerzas productivas de paz.

La teoría cuantitativa del dinero es un reflejo del fetichismo de la mercancía: la rigidez matemática, que le atribuye el razonamiento deductivo, sólo es valida para un sistema económico de clases. No tendría significación en una sociedad autogestionaria en cuya esfera económica muchos intercambios de bienes y servicios no revistan la forma-moneda, debido a que la propiedad privada habría sido abolida, a que una nueva división del trabajo uniría la autoadministración, los científicos, los obreros, los campesinos y la autodefensa. Uniendo así lo que estaba separado antes por el capitalismo privado o de Estado se supera, en gran parte, la forma dinero en muchos contratos e intercambio, ya que la propiedad social tendría que crear un nuevo sistema de cuantificación, programación, nuevos módulos de intercambio y de contabilidad.

En la sociedad autogestionaria – en su iniciación – puede tener cierta significación el dinero, mientras no se instaure el socialismo en todo el mundo. La producción social mercantil constituye, sin régimen de propiedad privada o estatal, una etapa de desarrollo del socialismo libertario; pero cuando todo sea de todos y trabajemos todos, sin clases parasitarias como la burguesía del Oeste o la burocracia del Este, la nueva economía social autogestionaria se basaría en el principio comunitario de que cada uno aporta según su capacidad y recibe según su necesidad: una economía de comunismo libertario.

En los países de socialismo autogestionario, los precios tenderían a bajar para superar la economía mercantil, residuo de las economías burguesas o burocráticas. Si los koljoses y sovjoses soviéticos (cooperativas y granjas del Estado) se convirtieran en comunidades autogestionarias, la economía mercantil se iría sustituyendo, en gran parte, por una economía libertaria, en que la forma dinero no podría formar absolutamente los precios, por la sencilla razón de que los precios y las mercancías son categorías de la economía mercantil, ya sea bajo el capitalismo privado o de Estado. La economía autogestionaria no tendrá necesidad por siempre de los artificios (mercancías, moneda y precios), para distribuir la producción, justamente porque los precios y las mercancías constituyen categorías de un mercado con finalidad de lucro.

Para un siervo de la baja Edad Media, la mercancía y el precio tenían poca significación; en nuestros días, tampoco tiene mucha importancia económica un cheque o un pagaré para un indio chiriguano o mataco; en una economía autogestionaria el dinero sería más práctico que el actual papel-moneda; no se convertiría en capital privado o de Estado; sería medio de cambio estable; superaría el asalariado y el fetichismo de la mercancía.

Lo malo del dinero, en una sociedad de clases antagónicas, es que da el poder económico a los explotadores del trabajo ajeno no pagado, a mercaderes y banqueros que se colocan entre la producción y el consumo percibiendo beneficios elevados al convertir las mercancías producidas por el trabajo asalariado en mercancías transformadas en dinero, produciendo más dinero en la venta que en la compra de ellas. Por otra parte, el banquero obtiene intereses por sus préstamos a los capitalistas que son cargados como un gran componente de los costos de producción, de tal suerte que al aumentar los intereses, los recargos de precios de los intermediarios onerosos, los impuestos y tasas percibidos por el Estado, el producto interno bruto (PIB) “aumenta” con los ingresos o rentas, beneficios o ganancias, percibidos por quienes no producen nada y restan producción solvente para ser invertida positivamente en la reproducción ampliada del capital social.

La producción, sin propiedad social, sin empresas autogestionarias, pasa por el cambio y llega al consumo por medio del dinero y el crédito que se colocan como intermediarios de los capitalistas privados o de la burocracia de Estado, a fin de obtener rentas parasitarias, que inercian el desarrollo económico y tecnológico de la infraestructura productiva, cargando a los precios finales los gastos del Estado, los intereses bancarios, las ganancias de los capitalistas. De esta manera, la economía política nunca será la economía social de todos, sino una administración de recursos escasos, que sólo se superará con una economía autogestionaria automatizada, de gran productividad del trabajo, como para que todos los hombres sean iguales en condiciones económicas, tecnológicas y de educación, haciendo así posible una sociedad autogestionaria, libertaria, sin diferencias de castas ni de clases.

La gran contradicción de la sociedad de clases, con propiedad privada o estatal, reside en que los trabajadores asalariados rinden más trabajo del que cobran por sus salarios, pagados por los empresarios o por el Estado, que reparten el producto interno bruto (PIB) y se quedan con la mayor parte, sin realizar aporte material de trabajo. Así las cosas, todos los hombres parecen iguales por su forma anatómica; pero muy desiguales en cuanto a la percepción de rentas personales que permiten que unos consuman poco y otros, mucho; que unos trabajen demasiados y sean pobres; mientras, otros son ricos; no trabajan: viven como parásitos enquistados en el trabajo asalariado, ya sea bajo un capitalismo privado (Oeste) o un capitalismo de Estado (Este).

Los trabajadores proporcionaban bienes para satisfacer las necesidades económicas de la sociedad, pero los burócratas totalitarios del Este y los capitalistas del Oeste compran bienes y servicios en contrapartida de dinero obtenido sin realizar un trabajo material concreto. Mientras el dinero permita que unas clases parasitarias usurpen el excedente económico generado por el trabajo asalariado, las clases pueden cambiar de nombre o no tenerlo, como en la URSS pero por eso no dejarán de existir objetiva, económica y socialmente. Y así nunca habrá justicia social, libertad económica y política, igualdad entre los hombres. Por consiguiente, sin propiedad social, sin economía autogestionaria, sin autogobierno libertario, sin democracia directa no habrá liberación de los trabajadores.

No obstante, en la época de transición del capitalismo a un socialismo autogestionario, debido a la diferencia entre trabajo manual y trabajo intelectual, al desarrollo económico, tecnológico y demográfico desigual entre la ciudad y el campo, a que hay mucha población urbana en megápolis y poca rural en el campo, a la existencia de una economía mundial no autogestionaria ni federativa que hiciera del mundo un país, a la existencia de otras contradicciones económicas, políticas y sociales, no se podrá suprimir la economía mercantil y el valor de cambio expresado en dinero en un país que haya implantado el socialismo autogestionario, que sería una especie de islote en medio de un mundo de capitalismo privado (Oeste) o de capitalismo de Estado (Este).

En una economía autogestionaria, inicialmente, la moneda estable, expresión de un valor de cambio como módulo equivalencial general, tendrá que cuantificar los programas económicos no sólo en toneladas, metros, kilogramos y otras unidades físicas, sino que la moneda ha de ser unidad general contable, exponente de valor y precios, intercambio de medios de producción y de consumo en un mercado libre autogestionario, medio de ahorro en unidades monetarias para hacer una inversión eficiente a fin de que cada vez se desarrollen más las fuerzas productivas sociales y, en una palabra, mientras la sociedad entera no sea comunista autogestionaria, donde cada uno aporte según su capacidad y reciba según sus necesidades, la economía mercantil tendrá que emplear el dinero como medio de acumulación social y de cuantificación y programación de la economía.

Dentro de un sistema económico de propiedad social, de administración de las cosas más que de los hombres, cuando hayan desaparecido las clases sociales antagónicas, el dinero de cuenta o contable, los intercambios de productos intermedios entre las empresas autogestionarias, no revestirían sino la forma de simples entradas y salidas en las computadoras centrales vinculadas a numerosas computadoras terminales. Por otra parte, el dinero electrónico, entre las empresas, sustituiría en gran parte, al dinero-capital de los empresarios privados, en que cada uno quiere poseer riqueza privada para sí.

Tampoco hay que permitir la instauración de un socialismo burocrático de Estado, ya que el Estado total, empresario, comerciante y banquero usa el dinero, del cual tiene el monopolio de emisión, como el mejor medio de explotación del trabajo asalariado, ya que dicta, sin apelación de los sindicatos, los contratos de trabajo, los niveles de salarios y de sueldos; bajos aquellos para los obreros y altos éstos para los tecnócratas y tecnócratas que figuran en las listas escogidas de la “Nomenklatura”.

En una economía autogestionaria, cuyo contenido esencial sea la propiedad social sin diferencia de clases o de estamentos sociales, el dinero, aún no teniendo una referencia o cantidad fija de metales preciosos, puede ser estable con tal que no se ponga papel-moneda en circulación, rigurosamente, más que en función de más producción de bienes o de prestación de servicios sociales y públicos necesarios, no burocratizados.

Para no caer en la trampa del socialismo burocrático, que tiene como infraestructura la planificación económica centralizada y como superestrucuctura el Estado total, dueño de todo, según el modelo soviético, hay que instaurar una economía autogestionaria de propiedad social, no de propiedad estatal, dejando funcionar automáticamente un mercado libre autogestionario en una economía preferentemente de oferta sin levantar la demanda insolvente, desarrolado un ciclo continuo autorregulado de producción, consumo, cambio, distribución en que el dinero sea medio de intercambio equitativo y no el fin de la inmediatez de la ganancia de los capitalistas (Oeste) o de obtención de plusvalía de Estado (Este).

Una economía autogestionaria, en su iniciación, debería esforzarse por frenar totalmente la inflación; aumentar la inversión de capital social; incrementar el ahorro o la tasa de acumulación social para invertir más capital y reducir la desocupación a cero; producir excedente económico en las empresas autogestionarias, a fin de que no vivan parasitizadas en el presupuesto del Estado como las empresas públicas deficitarias; competir en calidad y precio las empresas autogestoras en el mercado interior autogestionario y en el mercado exterior para ganar divisas con que pagar la importación de materias primas esenciales, tecnologías de punta y aprovisionamiento de energía; reducir los impuestos, las cargas de todo tipo, los intereses del capital, a fin de que las empresas se autofinancien no soportando un Estado caro y malo, benefactor de los burócratas y depredador con los trabajadores. Sólo así el socialismo de autogestión, de mercado libertario, será capaz de superar, en beneficio de toda la sociedad, al capitalismo monopolista occidental y al socialismo totalitario oriental.

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